
El Flautista de Hamelin
(Cuento)
Según comienza afirmando en su escrito, en los grupos de niños observamos siempre que uno de ellos espontáneamente es imitado por los demás, es un “modelador”; los otros niños del grupo, los “modelados”, lo imitan aún sin quererlo.
Entre modelador y modelados, líder y grupo, se produce una especie de juego de fuerzas y en el mismo circuito también el líder puede llegar a ser modelado, porque aunque elabore “normas”, paute o imparta indicaciones u órdenes, el resto de los niños siempre mantendrá sus costumbres y hábitos anteriores. Si llegara un líder que impartiera órdenes, hiciera sugestiones o quisiera mandar a todos, tal vez podría continuar siendo líder indicando lo que los demás debieran hacer, aquello que de todos modos harían sin su presencia y por elección propia. Ante esta presencia los niños de alguna manera compran la confianza del líder permitiéndole utilizar los mejores juguetes y continúan con sus propios juegos; algo similar a una “ofrenda ceremonial”. Es decir que se apropia de un liderazgo que no cambia las tradiciones ni las elecciones personales. Porque en definitiva el líder siempre es más débil que el grupo, (nunca a la inversa) y es forzado a aceptar las diferencias para arraigarse. El líder es más fuerte que cada integrante de un grupo en particular pero más débil que el “plus” del grupo, que la suma de individuos que lo componen.
Y la esencia del fenómeno del liderazgo reside en esta dicotomía: el dador de órdenes imita otros modelos que a su vez acatan órdenes. La tendencia humana de seguir el modelo de otra persona a la que se adapta el yo (y sus aspiraciones), no es más que la búsqueda de la aprobación en un proceso de identificación. Cuando se logra “ser como”, se obtiene satisfacción y si esa interacción se produce también con identificación, el individuo se siente uno solo con quien se identifica. No es lo mismo identificación que imitación y/o subordinación; éstas pueden llevar a la permisión absoluta, al abuso, al extremo que nos hace esclavos de la pérdida de nuestra individualidad.
Regresando al mundo de los adultos, los seguidores adjudican al líder atributos inexistentes porque él mismo se adueña de ciertas características que no le son propias; solo así se les confiere cierto poder y puede ser observado como autoridad, aunque socialmente no fuera reconocido. La admiración exagerada hacia una figura irreal es una condición que puede acentuarse y/o favorecerse desde dentro del mismo grupo. Y “en estado de inflación se ocupa un espacio que normalmente no se podría llenar” -Jung-.
Las solicitudes de un líder que por sus características resultan incompatibles, con las respuestas personales, permiten compararlo con cuanto Zablocki representa a través una figura que nutre y quien se deja nutrir, para entender así por qué el individuo no puede anticipar consecuencias. Y puede justificarse en el “para bien de todos”, es decir que es autoritario, paternalista o una conjunción de ambos. El líder “paternalista” se escuda siempre en la imagen de un buen papá; con su aire protector y de experto “conduce” al grupo por las buenas. El líder autoritario toma las decisiones, da órdenes, impone su criterio, explica poco o nada sus actos; solo él conoce el curso de la actividad para la cual distribuye las tareas. Y si el líder conoce aquello que los demás no, aumenta su influencia; por ello suelen recurrir a la imagen de “elegidos”, enviados especiales o simplemente afirmar que se comunican diariamente y telefónicamente con Dios.
Si bien las reacciones iniciales de los individuos que los siguen son la apatía, el desconcierto, la hostilidad hacia las actitudes de quien lidera un grupo, generalmente se traducen en dependencia cuando se requiere satisfacer la necesidad de protección. Ambos generan dependencia en forma intencional, dependencia inducida que logrará a través de cierto poder de penetración social que obtienen con diplomacia: “aceptan” para poder cambiar, toman el camino indirecto y el más peligroso porque, una vez reconocidos, los cambios serán drásticos. Y el temor lleva a los integrantes a satisfacer la ambición de posesión.
La dependencia inducida puede instaurar dependencia grupal, es decir una situación de subordinación respecto del que tiene mayor poder o autoridad, que también traslada al individuo a un estado de irrealidad dentro de su adicción. Un sujeto puede aceptar ser “dirigido” en su vida sin ser dependiente, porque en todo liderazgo el grupo siempre es más fuerte; sentirse dueño y propietario no es sinónimo de fortaleza, y de modelador puede llegar a ser modelado; dos caras de una misma dependencia ya que el líder, para serlo, depende de sus seguidores.
Si los evitáramos cuidadosamente, perderían su supuesto lugar de privilegio y no podrían inducir dependencia. El líder improvisamente dejaría de serlo; se uniría a actividades normarles sociales o elegiría su soledad; porque un líder sin grupo a quien liderar es un igual. Por otro lado, en ocasiones el líder no es más que un imaginario colectivo, creado dentro de un clima emocional que acentúa la posibilidad de generar dependencia con asentimiento del grupo para accionar.
Es oportuno aclarar que los líderes considerados psicópatas, psicóticos o esquizofrénicos no pueden ser considerados líderes desde el momento en que sus capacidades mentales se ven afectadas por un severo trastorno de personalidad. Líder es quien va a la cabeza, un guía, un conductor, un jefe, un director, una autoridad carismática. Ser líder implica la responsabilidad en la toma de decisiones y la eficacia para concretarlas.
Es saludable y conveniente observar más a los niños en su inocencia para no cometer tantos errores; ellos con su incipiente sabiduría, rechazan al “dador de órdenes”, al que para hacer sentir su autoridad, desplaza las libertades individuales. En extrema síntesis, las experiencias con niños demuestran que no es la naturaleza que nos hace esclavos de nuestras dependencias, son nuestras decisiones.
Fuente: Info-RIES nº 121 (2/03/09).
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