Abstract
Cuando se deposita la confianza en un grupo que se observa como protector porque en apariencia alimenta y satisface las necesidades psíquicas, en un juego similar al de la seducción, desplazando las necesidades subjetivas por las exigencias colectivas, se origina una distorsión y ruptura de la realidad circundante (autoengaño), depositando todo en “los otros”.
La pertenencia deriva en dependencia y la confianza en ausencia de crítica; asimilar algunas situaciones implicaría encontrarse con “el lado oscuro de la propia humanidad”.
Bajo la presión unión-dependencia la única decisión personal es la de seguir perteneciendo en una actitud pasiva que provoca temor de separación y comportamiento de sumisión.
Tomar conciencia de la propia identidad requiere de una múltiple adaptación de estrategias para “volver a confiar” en sí mismo y en el mundo circundante.
¿Cómo puede recordar un hombre preso en esa red de actividades que es hombre? – E. Fromm
DESARROLLO
La integración a pequeños grupos es una característica innata del hombre que, en condiciones normales, cambia desde lo simbiótico-dependiente a una relativa independencia en un marco social con el cual establece un diálogo positivo o negativo.
Un grupo puede definirse como un sistema abierto de individuos que interactúan entre sí y con un medio circundante que promueve el desarrollo de las capacidades individuales en lo colectivo y de lo colectivo a lo individual, interactuando con la realidad en un proceso continuo de transformación.
Puede representar el medio para obtener respuestas o el logro de una comunión, pero también el deseo de aislarse o la necesidad de permanecer en una confusión porque las estrategias personales no son suficientes para lograr soluciones. Sabemos que los mecanismos para tratar las amenazas son intentar los cambios necesarios para eliminarlas o negar y/o deformar lo que está amenazando; también sabemos que cualquier comportamiento placentero es susceptible de convertirse en una conducta adictiva cuando se pierde el control de la misma. Cuando la atracción, uno de los múltiples fenómenos que impulsa a un individuo a integrar un grupo, deriva en cierta compulsión, hacemos referencia a grupo dependencia, a la acción adictiva a participar de un grupo -de características religiosas, filosóficas, auto-ayuda, espiritual, orientación de vidas u otros -, a socio-adicción -no relacionada con el consumo de sustancias-, a un trastorno vinculado a actividades humanas cuya dimensión y significado van más allá del individuo.
Cuando se deposita la confianza en un grupo que se observa como protector, dentro de esta estructura el individuo pierde los aspectos particulares de su vida y deja de “ser” para fusionarse, confundirse o tal vez perderse, cobrando sentido tan solo a través de la dirección e intensidad del movimiento del grupo. Cabe aclarar que formar parte de las actividades sociales de algún grupo o Institución no implica grupo dependencia; la diferencia fundamental radica en la decisión del propio individuo en participar libremente, cuando desee hacerlo y no forzado por una necesidad psicológica.
En principio, participar es sinónimo de bienestar; el nuevo mundo al que ingresa el individuo en apariencia es feliz porque actúa como analgésico para frenar la realidad circundante. Entonces el sujeto desaparece como tal para convertirse él mismo en objeto; en esta instancia el grupo solucionará mágicamente todo cuanto la fantasía permite imaginar, llenando el vacío al desplazar el yo individual por el grupal en una enajenación observable que, no solo puede acentuar características de personalidad inadecuadas, sino en ocasiones y con el transcurso del tiempo, generar conductas que son producto de la pérdida del vínculo amoroso desplazado.
La unión- dependencia es generada “desde fuera” y “desde dentro”; en una distorsión que permite observar a los demás integrantes del grupo con características especiales que no son reales, depositando en “los otros” cierta inflación psíquica y poderes que permiten sustentar un sentido. Así se origina el “autoengaño”, incorporando conductas y roles que no son propios, dentro de un juego similar al de la seducción, a través del cual todas las conductas resultarían justificadas; entonces se idealiza, se rescribe o alteran las historias, inclusive la personal.
El sujeto se aleja de sus medios vinculares frecuentes, perdiendo interés por otras actividades a pesar de las consecuencias negativas observables, como cambios bruscos de conducta y violencia en el entorno inmediato. La soledad y ausencia de vínculos reales fomentan la angustia de separación – concepto de separatividad de Fromm- y hasta provoca cierta xenofobia hacia el no-integrante, que se caracteriza por la confrontación entre “nosotros” y “los otros”, el distinto, generando discriminación incluso hacia uno mismo; paradoja que dentro del mismo grupo instaura la anulación del “sí mismo” y son “esos otros” quienes marcan las estrategias que generalmente no se corresponden con las personales y por lo tanto ponen en juego el propio sistema de valores, los afectos y fundamentalmente la propia esencia individual. Esto implica redefinir el sentido y la modalidad de participación, dando vida a un modelo de compromiso que desplaza las necesidades subjetivas por las exigencias colectivas. Solo así se logra ser coherente con valores que en ocasiones son diametralmente opuestos a los incorporados en la propia trayectoria de aprendizajes; es un nuevo sistema que provoca pérdida y confusión en un intento de adaptación.
Por ello, este medio que en principio debiera percibirse como desconocido, se siente como propio y se aceptan casi de manera incondicional pautas y códigos que afirman la identificación y la “diferencia” con el afuera. Identificación en ocasiones a modo de “figura paterna” con un padre que nutre y quien se deja nutrir – Zablocki - .
La mayoría de los grupos intentan fortalecer la unión entre sus miembros; “estar junto a” no es suficiente para definir la integración de un individuo porque no hay real conciencia de la relación en común. Se puede tratar de encajar en el estereotipo para ser “aceptado” y esto es absolutamente atractivo por lo simplificador de la realidad, aceptando costumbres, prácticas y opiniones como creencias; por ello un individuo puede dejarse influenciar. Este comportamiento solo se instaura y/o perdura en presencia de ese otro que influencia y si a su vez quien crea la dependencia logra una satisfacción, en esta interacción se produce también la identificación hacia quien influencia y de quien se depende, simplificación distorsionada y rígida que se asume como modelo de orientación en la creencia de poder obtener así la propia identidad - por ello es importante tener conciencia de cuanto creemos.
El sentido de “afiliación” que lleva a la identificación de intereses requiere de una unidad de pensamiento que permite la unión basada en la conformidad a modo de alianza implícita y de la aceptación de cierta verticalidad a través de un comportamiento pasivo de adhesión. La presión unión-dependencia provoca temor y comportamiento de sumisión. El miedo a la separatividad y la necesidad de dependencia entendida como búsqueda de la proximidad de alguna manera alivia pero no satisface; entonces el individuo grupo dependiente concurre al grupo cada vez con más frecuencia a modo de solución parcial a la propia fuga de sí mismo, comprometiéndose cada vez más con quienes el sujeto consideró sería el medio ideal para satisfacer las propias necesidades. Según E.Fromm: “Estar separado significa estar desvalido; ser incapaz de aferrar el mundo afectivamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar”. En esta situación la única decisión personal es la de seguir perteneciendo porque el miedo masifica, interioriza y conduce a que el ser humano delegue en otros su capacidad de pensamiento en la renuncia a su autoconocimiento. – Musacchio de Zans -
Cuando la seducción se pierde y deja de ser un juego se torna insoportable ante la frustración; si existiera un sufrimiento personal previo, lejos de encontrar solución dentro del grupo, aumenta. El individuo pierde así la capacidad de discernir y la única decisión personal clara surge de la necesidad de continuar la relación dialéctica con el mundo nuevo y/o creado e idealizado, disfrazando una dependencia que no soluciona sino que enmascara y entorpece.
Bajo esta influencia psicológica y social, observamos comportamientos opuestos y dualidad de conductas: el sujeto grupo dependiente continúa actuando en otras situaciones y roles de su vida como si estuviera siempre en él, es decir que la “actuación” como miembro es continua y trasladada. En ocasiones hasta se llega a asumir conductas dominantes al confrontar con quienes no pertenecen a su mismo grupo o simplemente lo critican.
Los grupos pueden ser ubicados dinámicamente en momentos diferentes de una línea de relaciones humanas; son componente tangible de la sociedad y sus integrantes se mantienen unidos por el sentimiento, la simpatía y la capacidad de participar en los estados afectivos ajenos.
Cuando la pertenencia deriva en dependencia, la confianza en ausencia de crítica, la creatividad personal, la fantasía y el juego entre ellas en estereotipo y repetitividad, el rito en ritual, la relación dialéctica en resistencia al cambio, reduciendo la solidaridad, en una huída de la realidad, hacia el interior del mismo grupo por el miedo al mundo externo, se anula posibilidad alguna de crecimiento y desarrollo personal.
Ser grupo dependiente implica el cierre al mundo externo y una transformación en la forma de sentir, pensar y actuar en un adormecimiento psíquico cuya característica sobresaliente es la incapacidad de vincularse con quien está fuera del grupo, reemplazando probablemente, un sufrimiento por otro.
Todas las áreas de la personalidad se guían entorno a ello; se experimenta debilitamiento y desensibilización que unidas al engaño y autoengaño dificultan la separación.
“Volver a la propia realidad” implica el dolor de la pérdida del sí mismo, el reencuentro con alguien que no es y la falta de elaboración de cuanto debió ser. La culpa, la vergüenza, la dificultad de reinserción, los trastornos del sueño y estados disociativos, son compatibles con aquellas experiencias que no logran ser asimiladas a la memoria, pérdida de situaciones que impide el dolor de encontrarse con “el lado oscuro de la propia humanidad”. Si a esto sumamos que para algunos grupos, según Galanter, el único objetivo es lograr una “fábrica” de potenciales y productos similares, significa que desde su accionar se separan y por lo tanto lo hacen con cada individuo que los integra.
CONCLUSIÓN
Adicción es un hábito de quienes se dejan dominar por y dependencia es una situación de subordinación respecto del que tiene mayor poder o autoridad. –Salvat-.
No hay sustancia, hay dependencia, hay adicción y como consecuencia tal vez trauma post-dependencia.
Dentro de esta realidad distorsionada por la creación de la nueva identidad, se obra como exigen las circunstancias por el dolor de depender y no pertenecer.
¿Cómo evitar el trauma que genera tomar conciencia de la pérdida de la propia identidad al depositar la confianza en un grupo que se supone “protector”, que alimenta y satisface las necesidades psíquicas del individuo que depende de él?. Este es el objetivo del abordaje, cuyo eje es esencialmente pedagógico. La contención y orientación externas permitirán la revinculación para aliviar y/o evitar el malestar de la privación. La búsqueda es lograr un diagnóstico diferencial ante esta nueva problemática social; su estudio y análisis son parte misma del desarrollo de la vida del hombre.
La dimensión de esta problemática aún no tiene límites claramente definidos. En general la justificación ante esta fijación hace referencia a la búsqueda de desarrollo personal que, paradójicamente se ve entorpecido por la atadura a las motivaciones de “los otros”, que no solo postergan las propias sino que además provoca insatisfacción.
Es probable que se relacione con la incapacidad del hombre actual para hacer frente a las dificultades que no son más que parte de la vida misma. Por otro lado nuestra sociedad tiende a ver lo inmediato y además, de esto se espera recompensa. Si bien el origen es social, es un hecho personal adaptado y adaptable a las propias vivencias individuales y siempre hay un objeto adecuado para cada consumidor.
Ser grupo dependiente implica una fuerte adicción sin sustancia pero es una condición circunstancial y temporal que puede ser resuelta con la orientación adecuada. Tomar conciencia de la propia identidad requiere de una múltiple adaptación de estrategias para volver a confiar en sí mismo y en el mundo circundante.
La pertenencia a un grupo no implica presión; la dependencia la instala.
Podríamos utilizar para una mejor descripción otra expresión de Fromm: “¿Cómo puede recordar un hombre preso en esa red de actividades que es hombre?
VII Congreso Internacional de estrés traumático, Buenos Aires, Junio 2007 - SAPSI (Sociedad Argentina de Psicotrauma) - Disertante: Mara Martinoli
Volver al inicio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario