
Abandonar determinados criterios e indicadores diagnósticos abre las puertas a la subjetividad de quienes aprovechan el descuido, con el riesgo de que niñ@s con dificultades escolares puedan pasar desapercibidos en el sistema, confundidos con DM o lo que es peor que nuestro sistema con la imperiosa necesidad de difundir una inclusión social, aunque no se satisfagan los requisitos y se descuiden las deficiencias, desestimando el apoyo educacional requerido y dejando pasar los años, sin averiguar si los serios problemas de aprendizaje son el producto de un presente institucional sin proyección ni pronóstico educacional.
Sabemos que existe una proporción de alumnos que no satisface las mínimas expectativas educativas, segmento que no transita los distintos niveles de enseñanza, franja de matrícula que debiera ser incluida en “fracasado escolar”. Si bien en realidad solo una pequeña proporción debería corresponder a esta categoría, hoy los fracasos escolares podrían resultar de una deficiencia cognitiva.
Si analizamos los aspectos implicados en la “conducta adaptativa”, en cada grupo etario se pude advertir que la adaptación no se desvincula de los componentes cognitivos, especialmente en la infancia y temprana adolescencia. Un sujeto en determinado grupo de edad puede no haber logrado el manejo de destrezas básicas que le permitan aplicarlas a situaciones de la vida diaria, es decir que un individuo puede presentar deficiencias en una etapa de su vida y no en otra.
La falta de criterios suficientemente específicos para una evaluación objetiva complica aún más la relación institucional con el grado de complejidad de los diferentes ámbitos sociales: cuanto más populosa, industrializada y tecnológica resulta una comunidad, mayor el grado de exigencias que demanda al individuo lograr niveles aceptables de ajuste social. Y cuanto más distante la educación de la realidad social mayor la dificultad de adaptación.
La AAMD -American Association on Mental Deficiency – sostiene que El retardo mental (DM) se refiere a un funcionamiento general significativamente subnormal que existe en forma concurrente con déficit en la conducta adaptativa y que se manifiesta durante el período de desarrollo.
Si tomamos esta definición podríamos inferir que estamos estimulando el déficit en la conducta adaptativa, sobre todo en los primeros tiempos del desarrollo de nuestr@s niñ@s que, desatendidos en sus más básicas necesidades, presentarán un funcionamiento subnormal que algunas políticas podrían considerar como normalmente necesarias.
Desde el punto de vista de la conducta adaptativa no existen reales criterios que permitan determinar a partir de qué una persona puede considerarse inadaptada; el patrón sería el comportamiento típico general de la población, siempre sometido a la subjetividad institucional para eludir todo tipo de clasificaciones y forzar inclusiones en la categoría más favorable, siempre desde el punto de vista político.
¿Cuál es el patrón de comportamiento que estamos generando? Como no reconocemos recursos tan sutiles, no estandarizados y por lo tanto carentes de toda confiabilidad, es posible continuar defendiendo una educación en derechos socialmente orientada.
Mara Martinoli
Ver: El "Interés Superior" por encima de l@s niñ@s
Educación estrategias de prevención
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