
Entonces, como podrán expresarse libremente, sin que esos “otros” puedan censurar lo expresado, los trazos serán particularmente diferentes a los esperados en cada etapa del desarrollo, no por suposición sino por estandarización: sombreados, omisiones, agregados significativos, transparencias, indicadores que demostrarán preocupaciones manifiestas, síntomas del maltrato sectario.
Porque cuando un niño está sometido, la ausencia de manos en sus dibujos nos indicaría su desvalimiento, el sombreado, su angustia y la profundidad o intensidad del mismo se relacionará directamente con la intensidad de ese malestar, vacilación entre impulsividad y el hipercontrol sectario. Y si los brazos estuvieran pegados al cuerpo, podríamos relacionarlo con relaciones interpersonales pobres, o su carencia.
Los dibujos de monstruos podrían asociarse con un inadecuado concepto de sí, como si se percibieran diferentes a los demás, como si fueran extraños, porque no se sienten ni están integrados, conducta esperable en el contexto sectario. Y si en las producciones agregaran algunas nubes, nos demostraría la amenaza de ese mundo adulto que rechazan, un mundo de mando que obliga a vivir bajo la presión de quienes están “arriba”.
Podrían libremente dibujar también a los “miembros del grupo”, por la imposición ejercida, pero si se les solicita que dibujen a su familia, los disfraces desaparecen y las actitudes socialmente inaceptadas se reflejarán cambiando tamaños, lugares, sustituyendo roles. Si un niño no viviera en “comunidad”, pero alguno de sus progenitores, o ambos, lo incluyera en un grupo sectario entonces, para demostrar lo que aparentemente sería una “familia creyente”, hasta puede incluir en sus dibujos “hermanos”.
¿Por qué los grupos sectarios no muestran ni demuestran públicamente dibujos “libres” de los niños que así se “educan”?
No es mi intención afirmar que los indicadores gráficos antes citados son manifestaciones exclusivas de niños que participan en grupos sectarios, sino que siempre es oportuno informar para estar atentos ante ciertas manifestaciones gráficas espontáneas, aquellas en las que “vemos” que algo está mal, porque siempre, cuanto no pueden expresar con la palabra, igualmente, con dibujos se habla de la ambivalencia entre el temor y la admiración hacia figuras que crean inseguridad y culpas.
Podemos interpretar qué le pasa a un niño que “vive la secta” porque ellos muestran, se expresan. Algunos niños hasta se omiten a sí mismos, como si supieran que lo que quieren decir no se corresponde con el objetivo sectario. En ocasiones la fantasía infantil perturba un normal desarrollo, imaginemos que la fantasía es impuesta por otro.
¿Hay mayor maltrato? El deseo de algunos niños de sentirse fuertes, que desean superarlo todo, también es graficado y nos permite anticiparnos, porque son niños que aspiran a ser líderes, como los que lo someten a diario. ¿Acaso la libertad de creencia justifica un desarrollo coartado y perturbado?
Referencia: E. M. Kopptiz – El DFH de los niños.
Mara Martinoli
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