
En toda secta se intenta instaurar un vínculo “grupal” que, identificando “entre iguales”, se presume origen de amor y crea la tan buscada homogeneidad. Esta relación símil fraterna dependerá siempre del “reparto de amor” del líder, que los miembros sentirán como una donación amorosa y que se recibirá, obviamente, como contraprestación.
El concepto de “hermandad” preparará una atmósfera propicia para impedir la presencia de rivalidades internas y simultáneamente, la autodefensa del grupo sectario en relación al mundo exterior. Anulando el modo de reacción particular se evitará la desorganización en el reparto de fuerzas dentro del “grupo fraterno”. Si bien en apariencia el líder puede integrarse como un hermano más, sus atributos especiales, que lo hacen superior, le permitirán mantener suficiente distancia para desvincularse de las cuestiones más personales de los “hermanos”. Y así podrá convencer al grupo de hermanos sometidos, que su preocupación por situaciones particulares específicas es constante, aunque en realidad no se implique ni las atienda.
El líder brinda ese “amor a cambio de” a través de órdenes camufladas en sugerencias, consejos o indicaciones. Su habilidad logrará que los demás hermanos de la comunidad, en realidad abandonados en sus necesidades, se perciban como “mimados”, y sólo dedicará cierta atención especial a quienes pudieran presentar un perfil de liderazgo productivo, redituable o de convocatoria, beneficioso para que la comunidad crezca. Pero la atención de todos los hermanos siempre se dirigirá exclusivamente hacia el único que deberá ser mimado y complacido: el líder sectario.
Las relaciones entre hermanos, la “hermandad”, son una representación del núcleo familiar dentro de la “sociedad sectaria” y, según las vivencias personales previas de cada sujeto, se favorecerá o desplazará la incorporación de esta imagen familiar. Bloqueando el impulso social de identificación parental, manipularán la ambivalencia odio-amor y la génesis socio-afectiva, generando una doble dependencia: al grupo y al contexto familiar creado, implícito en la estructura “comunidad de hermanos”.
Un símil hogar armado, sin fundamento, donde la cohesión del “grupo fraterno” conducirá, en la superflua relación construida por los líderes, a las mismas consecuencias que las de un hogar desunido; un armado seudo familiar en ausencia de auténticas relaciones fraternas sinceras, reales y naturales. En las familias, entre hermanos, la cohesión naturalmente se ve siempre perturbada por rivalidades voluntarias o involuntarias; mientras que en los grupos sectarios éstas no se presentarán, porque lo voluntario siempre se suprime y la rivalidad involuntaria se desplazará hacia otros grupos que se verán como generadores de oposición.
La incipiente confusión permanecerá mientras se manipulen las relaciones interdependientes en un contexto preparado para lograrlo; es decir que no pueden manipularse todas las variables significativas y los resultados podrán, desde fuera, alterarse. La sensación y los sentimientos que implican estas relaciones quedarán vacías por irreales y por esto, cuando el líder pierde influencia es sencillo derrumbarlas. El líder sectario será autoridad de una “comunidad fraterna abstracta” que utilizará en usura el recurso amoroso.
Tal vez se albergue la esperanza de una reunión trascendental integrando una “comunidad de hermanos”, pero siempre es importante aclarar que las relaciones verdaderas entre humanos se proyectan siempre en sociedad, porque todos integramos la misma comunidad.
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