
Cuando se aprovecha el padecimiento, inevitable en algún momento de la vida de toda persona, como un recurso para la convocatoria, será porque los nuevos movimientos seudo religiosos no podrían sostenerse si no proveyeran ese servicio terapéuticamente actualizado, porque pareciera que no basta con “predicar” para captar. Promover una probabilidad de sanación, curación o mejora, descontextualizada, que se ofrece como “milagrosa”, desplazando su función al caer en la manipulación de supuestos gestores de salud mental y física, queda fuera de cuanto implica una situación terapéutica real.
Si reparamos en la difusión propagandística que éstos hacen, podríamos arriesgarnos a afirmar que se contesta a la convocatoria de fines “terapéuticos” para aprender cómo sobrellevar un conflicto matrimonial, comunicarse con hijos conflictivos, luchar contra la anorexia o la obesidad, tener éxito en las relaciones sociales, superar la frustración de padres, abandonar una adicción o hacer desaparecer la angustia o el desánimo, una fórmula para salir de la depresión, vencer el cansancio o la abulia cotidianos. Las listas de la vasta gama de “terapias”, complejas en algunos casos o sazonadas con algo más popular en otros para evitar que la envidia de tu vecino destruya tu familia o aprender a reconocer la presencia del daño, “innovan” a través de lo cotidiano. Observamos entonces que, personalizada, con orientación particular, sistémica, grupal o de autoayuda, el cóctel estará listo para consumir y el sentido religioso que incluye lo seudo terapéutico será secundario, porque la solución de los problemas pasará por “manos especializadas”, responsables de la manipulación del dolor. Y todo resultará tan perfectamente balanceado que el alimento psíquico recibido no solo permitirá olvidar por qué se llegó al grupo, sino que también alejará de todo mal que no pudiera ser dirigido por el seudo terapeuta, que demostrará atender especialmente “cada caso” en particular.
Si previamente hubiese depresión, probablemente se experimente una sensación eufórica, casi incomprensible, de símil bienestar que posteriormente será un nuevo desaliento; y si se padeciera una adicción con anterioridad, podría cambiarse por la dependencia al especialista sanador o sumar una nueva, grupo-dependencia, instaurando así una poliadicción. Podríamos suponer entonces que estas orientaciones terapéuticas serán “correctivas” tan solo para no sentir atracción por otros grupos y desestimar sus ofertas.
¿Modelos terapéuticos seudo religiosos o seudo psicológicos? La “terapia religiosa” no es terapia ni religión. Tal vez podríamos cambiar la designación de Nuevos Movimientos Religiosos por “escuelas terapéuticas de iluminados”.
Usufructuar los conflictos cada vez más frecuentes en todo contexto humano, es una consecuencia perversa, producto de la falta de contralor de tanta “iniciativa privada” que evidencia el olvido generalizado de políticas públicas en el área. Tal vez podamos armar un nuevo “registro” donde incluir las prácticas que libremente realizan algunos “profesionales” ávidos de apetencias fuera de todo ético profesionalismo. Perdemos así, en el “combo de la promoción”, el significado terapéutico y el sentido religioso.
Cabe aclarar que podrá pagarse el deseo de sanación o superación con la propia metamorfosis, previa solicitud de inscripción...como en el Fausto…
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