
El acto suicida es el final de un proceso que se desarrolla bajo ciertas condiciones, predisposiciones internas de los individuos y circunstancias externas. El proceso es la “ideación suicida”, la elaboración de planes para poder concretar el suicidio; planes que implican sentimientos referidos a la falta del sentido de vivir y la persistencia y rumiación de pensamientos delirantes referidos a la autodestrucción. La decisión conciente de morir llevará al individuo a actuar en determinado momento.
Concluimos entonces que el suicidio, la privación intencional de la vida de uno mismo (muerte auto inflingida, auto-destrucción, auto-aniquilación o autólisis) es una decisión que se ha considerado.
Ante esta decisión, ante una muerte que no es natural el entorno no sólo deberá afrontar la desaparición física de alguien en particular, sino que también deberá afrontar que “esa desaparición” – separación del medio que produce dolor - haya sido deseada por la persona. Significa entonces que “la decisión” también dañará a otro. Y si ese otro, tan sólo uno del entorno importa, se evitará el sufrimiento que en él provocaría.
Cuando un individuo expresa – de una u otra forma – la intención de acabar con su vida, es fundamental saber escuchar; no quiere llamar simplemente la atención, no es una amenaza, no es juego, sólo quiere llegar a concretarlo y expresarlo puede entenderse como la necesidad de solicitar al entorno la forma de evitarlo.
Una persona que en un estado de melancolía quiere terminar con su vida, con una buena contención, transcurrido un tiempo, expresará que no hubiese deseado hacerlo. Una voz de aliento, una llamada telefónica, un hombro, la presencia, en ocasiones son suficientes para renunciar y continuar.
¿Podríamos hablar de un trastorno del ánimo? ¿O quizás de una enfermedad mental? No siempre; sí podemos hacemos referencia a:
-desesperación
-depresión
-desesperanza
Existen trastornos y patologías que pueden llevar a un individuo a pensar en el suicidio: enfermedades incurables, pérdida de un ser querido, dependencias tóxicas y no tóxicas, incomunicación familiar, conflictos amorosos, fracasos, quiebres económicos, violencia, falta de contención ante crisis y un gran número de factores. Si nos detenemos en estos factores, de una u otra forma, siempre se nos presentan en nuestras vidas; pero como la historia de cada uno es particular, también lo serán las estrategias para enfrentarlos.
Las estadísticas pueden ser útiles para observar cómo aumenta la tasa de suicidios (sobre todo en América Latina), pero el compromiso es cómo evitar que un ser humano sufra tanto y sea tan vulnerable para considerar que el suicidio es la única alternativa para terminar con su intenso sufrimiento. Es decir cómo evitar un estado de ceguera de quien no quiere verse y que impide vivir la vida misma, Por lo tanto es fundamental reforzar la capacidad de afrontar los problemas vitales y sobretodo, evitar el aislamiento social. En síntesis, recordar que la vida es un continuo de aprendizajes, la vida es aprender a aprender, es aprehender, es priorizar valores esenciales.
Todo es un desafío, las crisis también; es la forma como las pasemos y enfrentemos la que nos hará más fuertes para disfrutar cuanto somos y cuanto tenemos: a aquellos “otros”– hijos, pareja, seres queridos, amigos, conocidos, “el otro mismo”- que, de alguna manera, siempre está.
Si realmente aceptamos nuestras limitaciones y la realidad que nos tocó o nos toca vivir, nos acomodaremos y haremos que también ella se acomode a nosotros, porque somos únicos.
¿Nos referimos a una problemática en sí misma, a una disyuntiva social o a un contenido meramente existencial? ¿Anomia? o ¿La pérdida de la esencia humana? Debemos responder a todos, ya que el suicidio es un problema desde lo social y existencial.; y su análisis, deberá hacerse desde la misma esencia del hombre.
Si nos preguntáramos por qué o qué lleva a un ser humano a decidir su propia muerte, no podríamos responder, no encontraríamos nunca una razón, tan solo una, que justifique el vacío de una particular presencia, única e irrepetible.
Si hablamos de suicidio, hablamos de “vida”; ¿Por qué pensar en no vivirla?
“El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza” - B. Spinozza.
Mara Martinoli
Suicidio, provocación y adolescencia

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