Es importante también destacar que la evolución “amorosa” pasa por dos grandes estadíos:
A.La relación autoconcentrada
B.La relación abierta al exterior
El adulto normal supera el primer estadío (A), pero puede volver a él en algunas ocasiones de su vida (por ejemplo, ante una enfermedad invalidante) y concentrar su interés nuevamente en las necesidades de su cuerpo. Por otro lado, muchos adultos permanecen en esa forma primitiva infantil que conduce a un desarrollo antisocial y por ello son emocionalmente “insensibles” e incapaces de retribuir amor.
Y según Freud, cuando una persona en la vida adulta regresa a una etapa narcisista, es incapaz de amar y si continúa, hasta podríamos afirmar que padece alguna alteración mental.
El crecimiento personal fundamentado en el conocimiento de sí mismo (conocimiento interior, la fuerza del yo, autorrealización del ser, iluminación interior) nos lleva a redescubrir o retomar cierta relación autoconcentrada.
Quienes adhieren a este tipo de cursos o encuentros, probablemente manifiesten un remanente del funcionamiento infantil, respondiendo al ofrecimiento de una perspectiva egocéntrica que puede compararse con la forma en que el niño ve el mundo. Como si existieran solamente los hechos subjetivos, todo cuanto sucede a nuestro alrededor está conectado con los propios sentimientos, deseos y expectaciones.
Los cursos afirman que “liberado el ser de toda clase se limitaciones comprende la vida, comprende el ser, comprende el sí mismo para obtener la facultad de ejercitar la conciencia y la sensibilidad extraordinariamente... Para lograrlo es necesario dejar actuar cada intuición en concordancia con uno mismo y ésta es la vivencia de la realidad, de la vida pasada o presente... Así accederemos a una ilimitada e inagotable fuente de conocimiento, de orden, de coordinación con la realidad, una fuente que forjará el cosmos”.
Mientras tanto deben realizarse obras desinteresadamente: invitar a conferencias, repartir volantes, pegar afiches, hacer publicidad, recibir las conferencias para despertar conciencias y abrir salas para continuar enseñando los pilares de sabiduría que permiten encontrar el mundo de “uno mismo” y que se incluyen en los libros que deberán adquirirse.
Luego de la abstracción, cada individuo será material virgen para la imaginación (y para el instructor o maestro).
Si me vuelco exclusivamente a mi propio conocimiento, entonces me aceptaré tanto que todo mi amor se volcará exclusivamente en mi persona, porque sólo allí deberá residir. Y cuanto más crezca mi amor a mí mismo de manera directamente proporcional irá disminuyendo mi amor hacia los demás; tanto, que hasta puedo hacerlo desaparecer. La aceptación y el amor a nosotros mismos no se opone a la posibilidad de amar a los demás, por el contrario: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
No es una elección conocerse a sí mismo para luego intentar conocer a los demás; muchas oportunidades de la vida diaria nos permiten conocernos a través de los demás, porque nos sentimos reflejados en ellos. Los errores de otros nos hacen reflexionar sobre los propios y las virtudes que observamos en otros, a veces nos estimulan a intentar desarrollarlas.
Es probable que quienes ofrezcan tan valiosa oportunidad de “conocerse” se inspiren en la ley psíquica descrita por Jung que indica que cuando la conciencia tiende exageradamente hacia un punto, el inconsciente tiende siempre al opuesto. En estos cursos amor y amor a sí mismo se excluyen mutuamente.
El “sí mismo” es una unidad; aunque todos persiguiéramos la misma finalidad, los medios para conseguirla serían diferentes porque nosotros mismos lo somos y porque nuestras características personales hacen la diferencia.
Entonces infiero que no sólo no podré amar al otro, sino que además mi egoísmo me impedirá amarme; y si dejo de amarme, lejos estaré de conocerme También entiendo que me invitan a conocerlo para perderlo, porque el “sí mismo” es quien marca la diferencia.
Quiero, propongo, ejecuto, domino. ¿Yo mismo?
Mara Martinoli
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