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En algunos grupos, actuaciones sociales legalmente ilícitas se ubican en la categoría de imperativos morales, justificando actos que pueden ir desde un simple engaño hasta el abuso, la violación, la imposición de nuevos objetivos de vida, la instauración de la desesperanza (efecto rebote de una oferta esperanzadora) o la ideación suicida (producto de la oferta de una “gran vida”).
Forzar a seguir reglas, utilizar medios para distorsionar la realidad, generar dependencia en individuos sufrientes, estimular la ruptura de lazos vinculares importantes, fomentar el sentido de pertenencia elitista discriminando la diferencia, someter a las personas a los más bajos instintos de ambiciosos líderes ¿Es normal?
Si vivir en un estado de ilusión que, altera el equilibrio personal, ético y social, es frecuente, reconocido y aceptado por su alta frecuencia; si toda norma se extrae de la mayoría, la mentira, la burla, el manoseo de la Fe y la degradación de la espiritualidad del hombre pasarán a ser normales.
No hacemos referencia tan sólo a un cambio de hábitos, a alteraciones del estado de ánimo, a la inclusión de “nuevas amistades” y relaciones; hacemos referencia al sometimiento de la dependencia. Si bien sabemos que puede superarse, no considerarla, no observarla como a-normal, es acentuar la vulnerabilidad de los individuos.
Imposible resultaría enumerar las problemáticas que afectan la vida del hombre; pero si ya conocemos algunas, reales y comprobables, como es el caso de la grupo dependencia, tan solo falta voluntad para abordarlas; no la buena voluntad de quienes continuamos sosteniendo el trabajo, sino la voluntad y decisión política para observarlas.
Pero pareciera que estas problemáticas fueran tan sólo una representación; como si la distorsión, la ruptura, la marginación y la violencia comenzaran a ser consideradas inherentes a la vida humana; producto de la complejidad de un sin número de situaciones que, permanecen en un anonimato uniforme, ante relaciones humanas invadidas: una de las tantas evidencias de carencias.
Generalmente enfocamos el tema de la violencia dentro del ámbito intra familiar, o específicamente desde la violencia hacia la mujer, hacia los ancianos, hacia la niñez maltratada. ¿La omisión hacia la soledad en que dejamos al sujeto grupo dependiente no es violencia? La inteligencia libre y la madurez consciente requieren respuesta a este interrogante.
Si no hay propuestas de solución es porque aún la dependencia a grupos no se reconoce como problema; y si el problema no se considera, no por esto puede ser ocultado.
Al igual que en el amor de padres a hijos, la falta de límite en el fondo siempre es indiferencia, porque el límite indica una preocupación por el otro. En el área, no valen las concesiones que a veces hacemos los papás.
Si continuamos obviando la problemática no sólo se potenciará, sino también sera normalmente aceptada. Si omitimos informar las posibles consecuencias conductuales producto de la participación en algunos grupos, si callamos ante las injusticias, si evitamos implicarnos por conveniencia, entonces también... ¿Seremos normales?
Mara Martinoli
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