En el transcurso de la historia, pueden verificarse desviaciones de la interpretación de los textos bíblicos, que suponen una comprensión a priori y por lo tanto, pueden transformarse en una lente deteriorada y deformante. En ocasiones los textos bíblicos son un pretexto para reflexionar sobre otros temas.
Jung en su “Respuesta a Job” (Zurich, 1952) describe el deseo de JHWH de hacerse hombre en la encarnación de Cristo, Hijo de Dios, quien impedirá la tentación de volver a desafiar al hombre “librándose del mal”; para reconquistar la verdadera sabiduría encarnada en el Hijo y evitar, desde su cielo, el alter ego satánico. Describe así la evolución psicológica de JHWH.
Freud, luego de tres semanas de meditación delante del Moisés de Miguel Ángel, en San Pedro, concluirá que Moisés, inmerso en su soledad y dolor, creó un pueblo imponiendo a los “pobres esclavos hebreos” el dios del faraón Akhenaton, autor de la reforma monoteísta solar; un Dios de verdad y justicia, invisible, abstracto, pero cósmico; una explicación que le permitiría acercarse a la analogía individuo-especie, a la angustia de los tiempos y a la “neurosis religiosa”. Conclusión e interpretación que posteriormente consideró “una bailarina en equilibrio sobre la punta de un pie”, es decir, perfecta.
Las corrientes que refutan los textos bíblicos basándose en la suposición de conceptos caducos o anacrónicos, que supuestamente requieren de revisión y adaptación a las “nuevas subjetividades”, pretenden extender una mirada meta-psicológica que permita articularse en la regulación de las relaciones de los miembros de “escuelas de pensamiento”, sectas o corrientes pseudo religiosas, que adaptan, interpretan, acotan, tergiversan, deforman o conjeturan para crear su “dios” y conducir “esclavos”, escudriñando en terrenos ajenos para permitirse desacreditar, en adulteración y sincretismo, aquello que pueda resultar invisible, abstracto o cósmico.
Y entonces, de manera similar a líderes políticos, intentarán encontrar “palabras justas” que fomenten el estudio de esos textos (parte del reclutamiento disciplinario sectario) para abolir la elección subjetiva, sin posibilidad de intercambio o averiguación de antecedentes y fuentes, pues los derechos de autor son tan exquisitamente reservados que lindan la ilusión. Y en la estrecha ambigüedad de la organización que representan, siempre lucharán contra la auténtica libertad personal, aquella sustentada en las únicas verdades vigentes desde hace más de dos mil años.
Sobre estas incomprensiones, conscientemente encaminadas, algunos movimientos se permiten construir una “exégesis alternativa”, presunción de escritos basados en la refutación y adulteración de contenidos e interpretaciones, proyecciones que persiguen nuevos horizontes semánticos, adaptados a novedosas concepciones religiosas o movimientos sectarios con pretensiones de superarlos, es decir que esa “exégesis alternativa” origina una no-Biblia. Cualquier similitud, explicación o interpretación lacerante no es una mera coincidencia, porque los textos bíblicos, obra abierta y viva, palabra ardiente y agua para áridos terrenos, siempre se utilizan para crear otros que rebatirán su significado original, una prueba más de su autenticidad.
Todo lo “demás” no es Biblia ya que por ser imitación, innovación o deformación, si se abre al debate, descubre su absoluta inconsistencia y fragilidad cuasi metafísica frente al vacío y la nada formalizada simbólicamente en presunciones que, fuera de la indispensable hermenéutica, es decir el arte de interpretar los textos sagrados, sólo es “vanidad de vanidades”. Es siempre oportuno recordar que Dios nos habló primero…
Referencia: Bibbia e Arte, Gianfranco Ravasi – Società San Paolo, Arnoldo Mondadori Editori S.p.A. – Italy
Mara Martinoli
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