
Este lastre, conocido desde que observamos a las sectas, continúa demostrando que hay tantas formas de violencia como criterios para ampararlas. Si el abuso sexual es violencia, el silencio y la ausencia de respuestas judiciales es virulento. ¿Podemos reducir de manera tan absotula el abuso? Porque en ocasiones no resulta tan clara la diferencia.
Las víctimas de abuso sexual en sectas, concientes, acudieron en búsqueda de una Justicia que continuamente sigue el curso lento, que estas cuestiones no merecen y custodiados por Leyes que desamparan, se amparan en la omisión de su deber indeclinable.
Cuando tenía quince años fui a un grupo juvenil invitada por unas amigas; empecé ahí a descubrir a un Dios paternal, quería conocer a un Dios más cercano, razón primordial para que yo siguiera asistiendo. En general las reuniones consistían en cantos, testimonios de lo que cada uno había vivido en la semana y la charla de M.
Comenzaron a darse algunos cursos que debían aprobarse; me mandaba mucha tarea – comenzaron a apodarme “la bíblica” en el colegio. En esos exámenes tenía más nervios que en los del colegio. Como aprobé con buenas calificaciones, tenía la oportunidad de ir a un encuentro especial, pero primero nos tenían que dar permiso nuestros papás, permiso que mis papás confirmaron.
Cuando llegamos, antes se dejarnos pasar debíamos confirmar que “estábamos allí porque dios nos invitó”. vi. que las ventanas estaban tapadas con periódico; nos sentamos en el piso mientras escuchábamos orar; nos pasaron películas muy tristes, yo lloraba mucho y M. me abrazaba para consolarme.
Mi primera Navidad en el grupo fue muy bonita, claro no estaba tan involucrada, pero recuerdo que todos se veían muy alegres. Para inicios del siguiente año ya estaba muy metida en el grupo, no me permitía faltar por nada, eso de compartir como hermanos era muy pleno. Eso sí, por lo menos una vez por mes M. recalcaba lo del enamoramiento, no podría estar con alguien del mundo, o sea alguien que no esté en el grupo porque éramos desiguales, teníamos principios que los de afuera no; tampoco con alguien de dentro (no ibas a estar con muchas personas antes de casarte); así que era mejor seguir creciendo espiritualmente y después Dios confirmaba una relación; se podía dar claro si esa confirmación te la daba M.
Después participé de
Muchas veces M. nos pedía que danzáramos para Dios y oremos porque estaba terminando una etapa y se venía una nueva misión, ya no estaríamos tanto en lo religioso sino en lo social, teníamos que aprender a descubrirlo en todo; así se hizo una división entre los que ya podían salir y los que aún les faltaba un poco.
Algunos chicos pasaban todo el día con M., por eso cuando me invitó después de una reunión a acompañarlo, para mí fue pleno pues que tu líder te diga que lo acompañes y te quedes, era súper bueno. Me propuso irnos de campamento todos los domingos. M. me decía que le dijera a mi mami que ya no me controlara tanto. Discutí muchas veces con mi madre porque nos quedábamos hasta muy tarde y además me estaba ausentando cada vez más de las reuniones familiares.
En los campamentos hablaba individualmente con cada una de nosotras; me dijo que yo tenía algo así como un trauma, que no permitía que las personas se me acerquen. Comenzó a enseñarnos que teníamos que hacer las cosas por nosotros mismos, que empezaríamos a hacer viajes cortos de fin de semana y que mis padres debían darme el permiso. Era difícil decir no porque si lo hacías te hacía sentir mal. Se pasaba horas y horas conversando conmigo, de esa forma se fue ganando mi confianza; empecé a contarle todo lo que me pasaba con mi familia y comencé a idolatrarle. Fue de ese modo que él me iba convenciendo de sus ideas y su forma de pensar. Sobre todo lo que me interesaba era que me ayudara a descubrir el propósito de mi vida, para qué era buena yo, lo que él llamaba vocación. Pasábamos tanto tiempo juntos que hasta me permitió abrazarlo.
Luego de un tiempo empezó a hablar de sexo y que es mejor tener una experiencia antes de casarse porque me serviría para ayudar a otras personas; que deje de creer en príncipes azules, y que debía saber si yo tenía algún problema en esa área. Si yo no estaba dispuesta a pasar por ese proceso con él debía pensarlo bien, porque quien sabe donde Dios me iba a utilizar. Me dejó sola, yo temblaba, asustada y confundida, y a cada rato volvía y me decía ¿y, dejaste los viejos pensamientos? Yo seguía pensando que había que amar a una persona, pero quería demostrarle que yo era valiente; M. tenía autoridad, el mismo hecho de verlo siempre en un nivel superior no me permitía pensar mal de él.
Esa sería la primera “experiencia” de muchas otras que me permitirían supuestamente empezar a ver respuestas a mi “buena actitud” para aprender y saber qué quería Dios para mi vida.
Hoy lo que más quiero y espero es trabajar con jóvenes para que no caigan en lo que yo caí y con mujeres que hayan pasado por una situación de abuso sexual.
Cuando estaba dentro no concebía mi vida fuera del grupo, era como que sólo ahí estaba bien y como que si salía no dejaría que Dios realice su propósito en mi vida.
Mara Martinoli
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