
Breve descripción de la adquisición del lenguaje. ¿Cómo omitir cuanto hemos recibido por natura y nurtura?
El niño se incorpora desde los primeros momentos de su vida en las rutinas de intercambio y muestra conductas específicas relacionadas con el lenguaje porque reacciona ante la “voz humana”.
Los gestos culturalmente determinados aparecen entre los 6 y 12 meses de vida y corresponden a cuanto puede considerarse pre-lingüístico: balbuceo, ecolalia, jerga expresiva, movimientos de la cabeza, etc. En esta comunicación se establece una especie de juego, un intercambio de lugares entre el adulto y el niño, como un ida y vuelta. Mientras Skinner trataba de establecer las edades en cuanto a adquisiciones particulares (primeras palabras, primeras combinaciones) sabíamos que la protoconversación que los adultos mantienen con los bebés consiste en adecuar su conducta a la que observa en el bebé; el adulto posibilita así un entorno que regula un contexto social predecible.
Luego se presenta el “insight designativo” con el que descubre que la realidad puede designarse por la palabra. Cuando el bebé pronuncia sus primeras palabras ya sabe muchas cosas sobre el lenguaje. Chomsky consideró que el niño posee en su mente la forma del lenguaje antes de empezar a hablar, es decir que no podría aprenderlo si no estuviera genéticamente determinada la capacidad de hablar.
El papel del lenguaje en la cultura se ve representado en el input lingüístico, vehículo de pautas socioculturales que ejerce socialización y por lo tanto todo sujeto es sensible a él.
Estructurar el lenguaje en cada momento del desarrollo es fruto de la interacción entre la experiencia del individuo en su entorno social y su capacidad previa. La interacción del niño con la realidad posibilita el desarrollo comunicativo y permite su progreso cognitivo. Tanto Chomsky como Piaget entendían que el lenguaje es un sistema para representar la realidad; su dominio depende de capacidades innatas y construidas que permitirán la simbolización.
Las estrategias de estructuración y uso del conocimiento lingüístico se relacionan con los “principios operacionales” de análisis y almacenamiento (asimiladores) que convierten al input lingüístico en información utilizable, es decir que el input de la gramática universal da lugar a las diferentes gramáticas particulares.
La afectividad es el motor del progreso del niño y base para las interacciones adulto-niño; la capacidad para adquirir el lenguaje consiste en aprender a usarlo como instrumento para regular nuestras interacciones con los demás.
Cuando el niño aprende nuevas palabras puede comunicar sus pensamientos y recordarlos más fácilmente. Y cuando aprende nuevas formas de combinarlas, cambia la naturaleza de su pensamiento porque los nuevos conceptos modifican la estructura misma del lenguaje.
En extrema síntesis, la capacidad humana para adquirir y estructurar el lenguaje es punto de interacción entre la experiencia del individuo en su entorno social y su capacidad previa. Si el entorno social ofrece un modelo de uso de lenguaje adaptado al tipo de interacciones en ese entorno social (input lingüístico), las diferencias entre contextos interactivos se traducen en distintos estilos y usos del lenguaje. Entonces, si cada uno posee una estructura particular, ¿cómo es posible el dominio de técnicas “universales” aplicables a todos y en diferentes contextos culturales?
¿El entrenador en PNL se ubica en el lugar del adulto que conduce el juego de los aprendices que ocupan el lugar de niños?
¿Busca la PNL un contexto predecible?
¿Un programador se desprende de todo lo socialmente adquirido?
Aprender a hablar implica aprender a enunciar la intención y aprender a compartir un tema. Cada adquisición se logra en la etapa evolutiva correspondiente, es decir que no podemos reiniciar el camino evolutivo de interacción para lograr una “nueva forma de comunicarnos a través del lenguaje”.
Si el lenguaje es comunicación y su uso conlleva una intención, mediante el lenguaje pretendemos que nuestros interlocutores tomen conciencia de algo que está en nuestra mente y no en la suya, a través de mensajes y de una intención.
El lenguaje es el “código verbal” de toda comunicación; la acción y lo somático son de menor trascendencia y solo complementan el primero; si así no fuera estaríamos frente a una patología.
Si aprendemos a decodificar e interpretar la comunicación con PNL ¿sólo aprendemos a ser receptores de cuanto otro no sabe que nos está expresando?
Supongamos que crece el entusiasmo por intentar decodificar todo cuanto el otro expresa y que en un mismo contexto social la mayoría conoce la técnica ¿Cómo harían para comunicarse? Y si por el contrario, se utiliza únicamente en algunos ámbitos, entonces deja de tener alcance universal y lejos de ser exclusiva, pasa a ser excluyente.
Por otro lado, PNL no solo olvida las diferencias particulares sino que por sobre todo olvida las capacidades diferentes, por lo tanto no incluye a quienes carecen de alguno de los sentidos que se ven incluidos en la técnica. En otras palabras, discrimina porque es empleada por seres completos, perfectos y por supuesto, superiores.
Si analizamos más detalladamente, observamos que PNL es simplemente un “lenguaje” que intenta redescubrir algo de todo cuanto ya ha sido estudiado.
No falta mucho para que PNL desplace a la Lógica, la Filosofía, la Neurobiología, la Psicología, la Sociología, la Fisiología y otras ciencias de estudio de la conducta humana, ya que pareciera incluirlas para ir más allá de ellas.
Es oportuno agregar que PNL también olvida que en general es el aprendiz y no el maestro quien más se adapta.
Mara Martinoli
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