
Hace años, no tantos, los jóvenes despertaban fervientemente su religiosidad desilusionados de cuanto el mundo les permitía observar. Hoy, decepcionados por “lo religioso” buscan otras vías que, en ocasiones podría conducirlos a la senda seudo religiosa. Recorriendo caminos indirectos, es probable que despierten una mayor desilusión que impedirá su realización personal.
En la juventud, en forma más acentuada que en otras etapas de la vida, nuestra esencia nos lleva a identificarnos, a observarnos para diferenciarnos (ser diferente aparentemente permitiría diversificarse). Si quisieran diferenciarse de lo ya conocido, de los padres, del contexto socio cultural comunitario, reclamarían ante toda diversidad.
Preocuparse (y ocuparse) por la identidad, por ser diferente (concepto que podemos emplear como sinónimo de individualidad), es comprender que cada individuo es único, justamente es poseedor de identidad, más allá de toda preocupación.
En todos los ámbitos sociales observamos la presencia de “mujeres trepadoras” ¿Por qué extrañarnos si también se encuentran en las sectas?
La reclutadora sexual sabe muy bien qué hacer, conoce “el oficio” y servicio de la secta que representa. Cuando se trata de sumar adeptos, los medios personales que se utilicen son elección de quien convoca; es un trabajo voluntario para acceder a mayor prestigio dentro del grupo. Por otro lado sabemos que las sectas son “machistas” y una mujer, difícilmente ocuparía importantes cargos dentro de ella. En búsqueda de su desarrollo económico (si no pudiera acceder al líder para unirse en matrimonio), intenta hacer surgir “un nuevo líder” para intentar “casarlo” con los ritos de la secta. Esta última es la mejor inversión. El hombre indicado, el “candidato perfecto”, podría ofrecer la mejor garantía para vivir holgadamente.
Sufrida, dulce, amorosa, seductora, tierna, amigable, deseosa por constituir familia, inspira al muchacho a observarla como “la mujer de su vida”. Su ambición (económica) podría permitirnos ubicarla muchas gradas por debajo del líder del grupo pero en la misma, cuando resalta cualidades inexistentes.
Poniendo en práctica sus mejores conocimientos (los sexuales), logra que el muchacho la observe como única, tan diferente y especial que tratará de evitar todo cuanto (aparentemente) la hace sufrir.
La táctica de la reclutadora sexual es diferente al proceso por el que atraviesan otros sujetos que ingresan a un grupo sectario. Ella seduce combinando enamoramiento y sexo; cuando el muchacho demuestra que está “enamorado”, entonces tienen lugar los pasos que ya conocemos: aumento de demanda, dedicación exclusiva, control de actividades, escaso sueño, mala alimentación, etc. Pasos que, de alguna manera se instauraron previamente en la “relación amorosa”.
Si el seleccionado reuniese los requisitos, es decir si fuera un muchacho bondadoso, altruista, idealista, solidario, compasivo, comenzarán la mayor parte del día. Y probablemente, cuando se muestre resistente a compartir “las nuevas ideas”, podría recurrir a otros medios para alterar el estado de conciencia.
Poco tiempo después la solidaridad es solicitada exclusivamente al hombre elegido (para ella, para su familia, para el pago de cuentas, para salir, para el médico, para comer, para vivir). Mantenida ya por el joven “futuro profeta”, el proceso se agudiza. No puede estar sola, la familia no la quiere, tiene miedo, el teléfono no funciona, hay una pérdida de gas y otras mentiras para que el muchacho transcurra cada día mayor tiempo con ella. Sabemos que la solidaridad es compartir, no exigir.
El curso de la vida de un joven que cae en brazos de una reclutadora sexual comienza a centrarse en ella, no hay otro mundo a su alrededor. Luego de un breve período de tiempo y siempre para acompañarla, no habrá otro interés que el del grupo al que casualmente ella se dedica con esmero. Como nuestra esencia siempre conserva el “recuerdo de Dios”, disfrazar historias irreales detrás de una máscara es tarea sencilla.
Y su trabajo estará concluido cuando el joven seleccionado logre ascender por mérito propio.
Afortunadamente, si la escala de valores del muchacho-garantía es diametralmente opuesta a la representada por la reclutadora sexual, el tiempo alejará el aval. En estos casos la identidad por sí misma nos hace rechazar la diferencia.
Estas mujeres son fieles al pensamiento del grupo cuando logran ser infieles a su condición de mujer. Tal vez acompañadas de la caída internacional de empleo, deberán esforzarse más para competir con la oferta sexual que abunda por doquier y las desplaza. Y como poseen formación específica en esa área (como autodidactas); cuando pierden eficacia, podrán continuar su actividad en las oscuras páginas de oferta de servicios. Es el único medio que conocen para engrosar sus cuentas y, por supuesto, las del grupo que representan.
De manera similar a la presencia ya casi inevitable de sustancias tóxicas, las reclutadoras sexuales, al igual que otros reclutadores, falsos predicadores, testimoniales de grupos, están en todas partes; es el sujeto quien debe decidir si consume o no.
Recordemos que la realidad supera siempre la ficción; los papás debemos estar muy atentos, ya que el sexo desplazó al amor verdadero, realidad que no nos permite vivir con distracciones.
Deberíamos considerar qué inspira a nuestros jóvenes en lo cotidiano, para anticipar la orientación cultural adecuada de la sociedad que representarán mañana.
Mara Martinoli
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