Cuanto más avanza el hombre en el camino del progreso aparente, más acentúa su egoísmo, porque la mayoría de las decisiones razonables “para el bien del otro” ante situaciones extremas, se toman pensando en el exclusivo bienestar de uno mismo. Las intervenciones al respecto nos muestran que muy lejos de intentar escuchar el sufrimiento, caminamos hacia un estilo de vida que privilegia la “normalidad”, aumentando la división entre sanos (coherentes para tomar decisiones por otros) y enfermos (inmóviles en la espera de la toma de la decisión ajena correcta). Entre normales y anormales, entre capacitados y discapacitados, entre perfectos e imperfectos, en definitiva entre deshumanizados y humanizados.
Vivimos lo inmediato, obviando lo diferente, y lo inmediato nos aleja; si no reparamos más que en nosotros mismos ¿cómo podríamos curiosamente observar al otro cuando su vida, para nosotros no es vida? permitiendo que la indiferencia se enmascare. Ser diferente, no ser más el de antes o volverse un extraño para quienes nos rodean, y en ocasiones hasta para nosotros mismos, conlleva una serie de pérdidas y reacciones similares a las de un luto. Y la rebelión ante la frustración no habilita al abandono, porque su vida nos muestra la fragilidad y finitud de nuestra existencia. Y justamente éste es el misterio, ésta es la vida, la única que en ese momento puede demostrarnos que aún existe, y que está (existere= “ex: fuori, fuera y “sistere: estar). Cada ser, y sobre todo un ser en condición indefensa y/o sufriente, nos invita a observarlo para, tal vez así, comprender el misterio mismo de la vida.
Tal vez muchos, como Eluana, dejaron de existir por la percepción externa de la diferencia de este sufrimiento. Vida es amor y amor es vida; debiéramos recordarlo diariamente.
Embrión, feto, neonato, bebé, niño, púber, adolescente, joven, adulto, anciano, hombre, mujer, sujeto, individuo, persona, discapacitado, enfermo, son distintas denominaciones de una misma realidad humana.
Si consideramos que una caricia puede ser reemplazada por una cachetada entonces somos simples espectadores de una sociedad que paulatinamente se pierde a sí misma.
¿Cual es la línea entre el bien común y el bien privado de la vida?
¿Cómo defiende la dignidad una persona que depende del supuesto derecho de otro a decidir por la continuidad o no de su vida?
¿Desconectados o abandonados? ¿Sufrientes y a la vez subordinados y dependientes?
¿Cual es la diferencia con otras dependencias?
Y además me pregunto ¿Organizaremos así mejor el mundo?
“El fundamento de la libertad, de la justicia y de la paz del mundo consiste en el reconocimiento de la dignidad de cada ser perteneciente a la familia humana y a sus iguales e inalienables derechos” – Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre- 10/12/1948D
Mara Martinoli
Tema relacionado: Eluana en el Corriere della Sera
Declaración Universal de los Derechos del Hombre
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