
Secta en familia...¿Qué hacer?
Cuando un integrante de la familia comienza a observarnos con desconfianza, como esperando que lo ataquemos en cada acto, como si todo lo construido se derrumbara, tomamos conciencia, espantados, que la secta invadió la familia. Y justamente de eso trata, de una invasión indirecta, silenciosa, casi imperceptible en el inicio del ataque, hasta que sentimos que logró avasallarnos.
El día de la “invasión” pudo pasar inadvertido o por el contrario considerarse oportuna la irrupción o tal vez huyendo de la situación desconocida, se justifique o permita esa “libertad” ¿Hasta dónde o hasta cuándo?
Espontáneamente surgirán discusiones familiares centradas en “la secta”, y esto tiene valor, significa que hay un grupo de personas vinculadas que se sienten superadas por los límites consentidos. La familia queda enfangada y en resistencia, intentando mantener la organización que se disocia, porque el “grupo misterioso” siempre desconcierta, “parecían tan buenos”. ..
Cotidianamente, en algún ámbito solemos escuchar “que haga lo que quiera con su vida”, pero cuando esa decisión altera nuestro medio ¿continuaremos sosteniendo esa postura?
Esta violación se puede gritar a los cuatro vientos, implicándonos directamente en la vida de ese otro invadido, porque nuestra “invasión amorosa” hace la diferencia, entre una imagen y la otra hay un largo camino recorrido, una fundamental diferencia: la conquista y el ejercicio de la libertad, la manifestación concreta y evidente de la solidaridad.
Si reconsideráramos no sentirnos superiores, ni recorrer un camino rápido de auto-superación, ligüísticamente dominantes, místicamente iluminados o avezados expertos premonitores, tal vez refutaríamos los encuentros con las sectas enmascaradas en supuestas obras humanitarias de recuperación personal o social, falsas entidades de bien o seudo escuelas de aprendizaje y entonces tomaríamos conciencia de los grandes y verdaderos cursos que la Vida misma nos ofrece en nuestro andar; para obtener el certificado de aprobación sin necesidad de autenticar sectariamente los permisos ni subastar nuestra libertad. Abriendo posibilidades para que el coraje, la audacia, la comprensión, el acompañamiento, la palabra, la presencia, la humildad de un corazón siempre abierto, permitan que aquella invasión pueda ser pacíficamente rechazada, restituyendo la rica y valiosa vida familiar.
Nosotros continuaremos la defensa, por encima de toda supuesta valoración o desmérito sectarios, porque accionando somos parte de una larga cadena ya constituida, que se continuará armando.
¿Si te invadieran abrirías la puerta de tu casa sin defenderte? Si la información fuera previa y ampliamente difundida, las consecuencias serían anecdóticas y secundarias, y las sectas nunca hubiesen entrado en familia.
¿Cómo o qué hacer?: En “Vivencias de grupo dependencia” se ofrecen sugerencias y observaciones a través diferentes casos publicados.
Mara Martinoli
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