
A menudo se producen conflictos entre el Super-yo y el Ello, sede de instintos, donde no hay orden, razón ni lógica, entonces cuando éste busque satisfacción, será castigado por el Super-yo por no actuar adecuadamente.
El Super-yo es como un “resorte” de la personalidad, el código moral que el niño en desarrollo asimila de las normas que imparten los padres sobre qué es bueno y qué es malo. Si bien no constituye el núcleo de la conciencia moral propiamente dicha, se instaura como “moral prepersonal”, como una “estructura normativa” previa. Para Melanie Klein, es una forma global de encarar una parte de la “asamblea de ciudadanos” del mundo interno de todo sujeto, una estructura psíquica coherente.
Las organizaciones sectarias intentan instaurarse como un Super-Yo que “guiará” la maduración interior de las vivencias, hasta lograr en sus súbditos “subalternos moralmente desestructurados”. El Yo es el director (líder) de la personalidad (del grupo); parte conciente y parte subconsciente. Débil en sus inicios, se fortalecerá a través de un proceso (el crecimiento-adoctrinamiento del grupo); proceso de identificación en la comparación entre imágenes “exteriores” e interiores (reafirmación de las imágenes de los líderes y deterioro de las personales), hasta llegar a controlar la “personalidad” del grupo.
Como es práctico y actúa conforme al principio de realidad, la realidad del grupo sectario deberá distorsionarse para que se actúe en circunstancia. El Yo descubre planes de acción para reducir tensiones (que pudieran interferir el accionar). Y como se compone de pensamientos, memoria y percepción, éstos deberán adaptarse continuamente para que el mundo externo sea percibido en función de él y para que, actuando como mediador ante el Ello, este último puede surgir toda vez que se considere necesario fijar los "disvalores de la secta".
Revisando así las instancias psíquicas de Freud para aplicarlas a la comprensión del accionar sectario podríamos considerar que el Ello, fuente de energía que dinamiza la personalidad, es el principio regente en toda secta; su “naturaleza animal” (y alcance destructivo) contacta con la realidad a través de un Yo desplazado (usurpado por el líder-director) y un Super-yo (adquirido dentro del grupo sectario) que actuará sin conflictos aparentes.
La comparación anterior explicaría la invasión de lo sectario sobre la conciencia moral, lo ético individual; por qué bajo la misma influencia algunos individuos pueden cambiar su escala de valores y otros no, demostrando que la desplazarían aquellos que no poseían una escala normativa personal y resistirían la invasión moral quienes que la tuvieran fuertemente consolidada.
Mara Martinoli - Adaptación entrada original setiembre 2009
Ver: Metas inmediatas del desorden ético
1 comentario:
Me gustó el artículo. Yo estuve en la secta gnóstica y pude hacer un examen más o menos parecido de lo que dices. Me sentía literalmente "desplazado" durante todo el tiempo que estuve ahí, que fueron 10 años. Saludos
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