
Nuestra convocatoria se originó pensando que podría llegarse a más VG (veteranos de guerra) y a su familia a través de su mujer.
Conscientes del desafío iniciamos el trabajo teniendo en claro que el objetivo último era lograr que ellas, luego del propio aprendizaje ayudaran a su pareja, ubicándose como espectadoras y refiriendo con mayor precisión y objetividad ciertas conductas y/o situaciones que generaran malestar.
El relato generalizado del VG de no dejar que la familia compartiera el dolor y horror de la guerra, tal vez a modo de protección de su ámbito familiar y/ o en respuesta al silencio de la familia hacia él, retoma fuerza en la relación de pareja. Entre tantos otros, en general el reclamo particular hacia sus parejas es la falta de contención; búsqueda que generó la inquietud de organizar el grupo de mujeres. La realidad nos mostró que no era falta de contención sino más bien confusión del rol de la mujer del VG, intentando salvaguardar a su pareja de cualquier otro conflicto que pudiera agregarse al ya vivido en la situación de guerra, motivo que también conduce a una forma de manejo de situaciones en un amparo mal entendido y que, en algunos casos, llegó a ser violento en la confrontación de la autoridad familiar.
El objetivo del trabajo fue resignificar el rol, ver parte del todo, valorarse y comprender que ante un cambio personal, basado en el propio sistema de necesidades, comprensión y cuidado, se produce un cambio en el otro. Tal vez existiera una ruptura entre el conocimiento y la valuación intrínseca del otro y el trabajo en el grupo permite una nueva relación, más allá de una presencia mutua reconocida.
Ante los cambios en la relación puede producirse una crisis pero si entendemos que el vínculo se basa en el amor, la angustia que genera retomar la individualidad en la relación permitirá que de esta crisis salgan fortalecidos. Es importante lograr la mayor estimulación en este aspecto.
Luego de las primeras reuniones se observó una estructura interna implícita con la participación destacada de aquellas mujeres que deseaban capacitarse; el objetivo mismo de la propia capacitación en la coordinación de grupos las impulsó a ir superando difíciles barreras internas y a compartir con el resto situaciones de vida que las hacía sentir “diferentes”.
Es frecuente escuchar en los grupos de VG “convivo con los miedos”, pero lo más llamativo es escuchar lo mismo en los grupos de mujeres. Ellas observaron la vida en pareja a través del “yo sufro” del otro porque de alguna manera en el vínculo se plantea el sufrimiento como exclusivo dentro del grupo de VG, por ello necesita que su pareja cumpla el rol específico “mujer de VG” que permite la percepción colectiva y que ella misma no encuentra más que en la permisión de determinadas actitudes que resultan, paradójicamente, claramente comprensibles desde el rol “co-ex combatiente”.
El pasado como soldado movilizaba el rol protector y la justificación; por ello surgió en muchas oportunidades la frase “no hago preguntas porque tengo miedo de lastimarlo”, “escondo mis sentimientos”, “a veces no sé qué hacer y me violento”…En muchos casos, las mujeres también vivieron situaciones estresantes que produjeron un trauma con un personal padecimiento del mismo por lo tanto ellas también debieron hacer una reformulación de estrategias de adaptación a un nuevo medio; de alguna manera se defendían.
Cuando ella llegó a su vida tenía un pasado y una propia historia pero en el intento de ayudar y contener a su pareja se postergaron los propios conflictos instalándose entonces con más fuerza los del otro. Como en toda relación cuando la comunicación entre las partes se dificulta se generan conflictos que pueden provocar cierta hostilidad o acentuar aquella que ya está instalada en la misma. Los VG cuestionan el desamparo ¿Y el de sus parejas? Tal vez la cayeron en el juego de la victimización mutua del otro.
Los cambios de actitudes en el VG pueden iniciarse cuando observa, de manera aparentemente pasiva, la asistencia de su pareja al grupo, tomando conciencia que no es el único que sufre en soledad; a partir de esto surge casi de manera inmediata el replanteo del rol.
La mujer del VG no debe “atrincherarse”; la situación interna generada por la aparente falta de interés por el estado anímico del VG, especialmente durante los primeros dos años del post guerra, tal vez haya marcado una forma de vínculos especiales en los que deben priorizarse sus necesidades postergando las de su compañera. Exigencia y/o reclamo que en muchas ocasiones es favorecida por ellas mismas como si el propio sufrimiento personal no debiera ser sentido ya que la vivencia bélica es más dolorosa de cuanto a ellas les pueda suceder.
La inseguridad dio lugar a la confianza brindando una oportunidad para responder más adecuadamente a las situaciones que se presentaban en el ámbito familiar.
Lograr la confianza en el grupo fue un tema fácil si se compara con la dificultad de obtenerla en el grupo de VG.
Conclusión
Aquello que generó “códigos propios” se estableció para instaurarse también en la comunicación de pareja exigiendo el respeto de estos códigos por parte de su cónyuge. Es una manera de abordaje diferente y una forma de brindar atención a quien se niega a recibir ayuda ya que observamos que las mujeres están más dispuestas a buscar soluciones; teniendo en cuenta que quien convive con el VG se convierte en el mejor referente del mismo resulta oportuno considerar el impacto del resultado.
¿Entonces sigue siendo válido que para un VG no hay nada mejor que otro VG?
Susana Colonna, Mara Martinoli
Volver al Inicio
1 comentario:
Una exposición explora en Londres la relación entre "lo peor y lo mejor de la naturaleza humana"
La película de Robert Altman MASH y su adaptación en la popular serie de televisión homónima diseccionan con ironía la vida en un hospital de campaña durante la Guerra de Corea, y reflejan la estrecha relación que han tenido, a lo largo de la Historia, la medicina y la guerra.
En la misma línea, la Fundación Wellcome acoge estos días una exposición en Londres que muestra cómo los escenarios bélicos han sido, en ocasiones, el lugar donde se han registrado avances quirúrgicos y psicológicos. La exposición también supone una aproximación artística a los conflictos, aunque menos irreverente y más académica que la de MASH.
Guerra y Medicina explora la relación de dos disciplinas con objetivos opuestos: matar, mutilar y destruir, la primera; sanar y reconstruir el cuerpo y la mente humanos, la segunda. Con grabados, instalaciones audiovisuales, carteles oficiales e instrumentos de quirófano se profundiza en las complejidades de "lo mejor y lo peor de la naturaleza humana", dice Ken Arnold, responsable de programación de la institución.
Algunos avances de la cirugía se deben a ensayos en soldados
La muestra se centra en cinco guerras del siglo XX Crimea, las dos mundiales, Vietnam y Malvinas y en dos conflictos del siglo XXI: Irak y Afganistán. "La medicina no puede adelantarse a las sofisticadas técnicas bélicas. La guerra es tan brutal que la medicina siempre va por detrás", explica James Peto, comisario de la exposición.
Cirugía plástica, ortopedia, transfusión de sangre y antibióticos son áreas cuyos avances se deben en parte a ensayos probados en soldados.
"Hay un conflicto ético sin solución entre guerra y medicina. La medicina cumple su función humanitaria y, al mismo tiempo, forma parte de la maquinaria que hace posible la guerra", resalta Colleen Schmitz, comisaria del Museo de Higiene de Dresden (Alemania), donde llegará la muestra el 15 de febrero.
Peto coincide con ella: "en nombre de la medicina se han hecho cosas terribles".
El documental censurado de John Huston
La Fundación Wellcome recupera en su exposición el filme documental ‘Let there be light’, realizado por John Huston en 1946. La cinta se adentra en un psiquiátrico de Nueva York, donde veteranos de la II Guerra Mundial son tratados de psiconeurosis. Reciben un tratamiento entonces revolucionario –a base de sesiones de hipnosis y drogas de la verdad– y parece que se curan de forma milagrosa. El trabajo forma parte de una trilogía que el director hizo para ejército estadounidense y que, según algunos expertos, le encaminó hacia su obra maestra, ‘El Halcón Maltés’. ‘Let there be light’ fue censurado por el Ejército. Las autoridades militares prohibieron su proyección durante más de 30 años alegando intromisión en la privacidad de los soldados enfermos. Una versión más extendida sugiere que los altos mandos temían que las imágenes de Huston asustaran a nuevos reclutas. La guerra había dejado como secuela hombres amnésicos, paralíticos, tartamudos y en estado de profunda melancolía
Publicar un comentario